Conferencia Internacional del Trabajo
85.a reunión
Alocución del Sr. James D. Wolfensohn,
Presidente del Banco Mundial
13 de junio de 1997
Para un pobre banquero de Washington, la asistencia a esta reunión es una increíble experiencia. Quiero expresarles mi plena admiración y elogio porque han organizado sus actividades de manera que cada mes de junio deben pasar en Ginebra dos o tres semanas, cosa que no he podido hacer en el Banco. Por lo tanto, quiero tomar ejemplo de ustedes, para mejorar las condiciones de trabajo en el Banco Mundial.
Nosotros trabajamos en Washington la mayor parte del tiempo y nos ocupamos de asuntos de gestión, pero también tenemos la oportunidad, como se ha señalado, de acudir al terreno y examinar los problemas a que nos enfrentamos en el mundo de hoy. Sabemos que el año pasado, durante la reunión de la Conferencia, se decidió que la OIT debería reforzar su diálogo permanente con las instituciones de Bretton Woods, y ello, tal como se dijo, con miras a fomentar una mejor comprensión mutua de la interrelación existente entre las políticas económicas, sociales y de empleo. Se habló de los interlocutores sociales, del incremento de la calidad y la cantidad del empleo, de buenos programas de indemnización y de redes de seguridad social. Luego se analizó el tema de la aplicación de las normas fundamentales del trabajo que estudiamos aquí y la mejora de la cooperación técnica.
Es un placer para mí decirles, y agradecer al Sr. Hansenne y a todos sus colegas de la OIT, que desde el año pasado hemos respetado nuestros compromisos con respecto a su Organización. La relación que ha existido desde hace muchos años entre la OIT y el Banco Mundial se ha visto reforzada, y hemos tenido la oportunidad de trabajar juntos y de visitarnos mutuamente aquí y en Washington. En ambos lugares, hemos elaborado varios programas de trabajo, en especial estudios comunes sobre la reforma de los sistemas de educación y formación profesionales, sobre el impacto de las zonas francas industriales en el mercado de trabajo y sobre los seminarios prácticos mixtos para sindicalistas sobre cuestiones relacionadas con el trabajo y el desarrollo, y también esperamos establecer una cooperación más estrecha en el futuro.
Diré, entonces, que estamos comprometidos a trabajar conjuntamente por este cometido común, no solamente porque ustedes nos lo hayan pedido, sino también porque reconocemos que los problemas con que nos enfrentamos y las oportunidades que se nos ofrecen, no deben ni pueden estudiarse o explotarse de manera independiente.
Como ustedes saben, el Banco es una institución diferente de esta Organización. Tiene otra composición, cuenta con 180 accionistas y fue creado hace unos 50 años, en un principio para atender a las necesidades de reconstrucción que se crearon tras la Segunda Guerra Mundial. Después se produjo un cambio y el Banco asumió nuevos retos, ocupándose de problemas relacionados con el desarrollo que se han incrementado en cuanto a tamaño y diversidad. Lo mismo ha sucedido con nuestra institución que también se ha desarrollado. El Banco ahora tiene un estado de cuentas de 150.000 millones de dólares y presta unos 15.000 millones cada año. Cuenta con otro instrumento, a saber, la Asociación Internacional de Fomento (AIF), que se ocupa de los países pobres; estos países tienen unos ingresos por habitante inferiores a 2,50 dólares por día. Hay una institución que se ocupa del sector privado, la Corporación Financiera Internacional, dada la importancia que reconocemos que tiene este sector. Hay otra institución más que asegura los riesgos, es decir, el Organismo Multilateral de Garantía de Inversiones (OMGI).
Así, nos hemos desarrollado en cuanto a diversidad y tamaño, en función de las necesidades de 4.700 millones de personas, de un total de 5.600 millones de habitantes con que cuenta nuestro planeta. Hay 3.000 millones de personas que viven con menos de dos dólares por día y 1.300 millones que viven con menos de un dólar. Es un mundo en el cual hay desigualdades, en el que el 56 por ciento de la población mundial tiene el 5 por ciento de los ingresos. Es un mundo donde hay grandes diferencias entre países ricos y pobres, y grandes desigualdades dentro de los propios países entre los ricos y los pobres, desigualdades que están aumentando.
El Banco no está solo en el desempeño de sus funciones como institución multilateral de desarrollo financiero. Desde nuestra creación, hemos colaborado con otras instituciones, bancos regionales de desarrollo, instituciones bilaterales, el sistema ampliado de las Naciones Unidas, la Unión Europea, la OMC y esta Organización. Y así, vemos que a nivel oficial el Banco ya no está solo con su interlocutor, el Fondo Monetario Internacional, sino que es parte de una serie de organizaciones internacionales que tienen que trabajar conjuntamente porque las necesidades son inmensas.
Nosotros en el Banco estamos concentrándonos directa y específicamente en la atenuación de la pobreza dentro de un entorno duradero. Nuestra contribución ahora no es dominante; es importante, pero no preponderante. En términos financieros, todos nosotros juntos transferimos en la esfera internacional de 40.000 a 45.000 millones de dólares por año. Esta cifra es considerable en términos absolutos, pero si se compara con las necesidades es ínfima. El mundo en desarrollo requiere 200.000 millones de dólares anuales únicamente en infraestructura antes de pasar a hablar de las necesidades sociales y de otros gastos gubernamentales.
Conviene señalar el enorme cambio que, como ustedes saben, se ha experimentado en cuanto al papel que desempeñan los empleadores, o inversores, o el sector privado como lo llamamos nosotros, cuya situación es ahora totalmente distinta de la de hace siete años. Por aquel entonces, el sector privado representaba la mitad del volumen del sector público. Hoy día, el sector privado representa un valor de 240.000 millones de dólares, es decir, un quíntuple del sector público. No sólo es un salto cuantitativo sino también cualitativo. Existen muchos actores nuevos en el campo del desarrollo. Sin embargo, sigue habiendo una desigualdad basada en las decisiones de los inversores de dirigirse a aquellos lugares donde los acogen favorablemente y donde las inversiones resultan rentables. El resultado es que el 75 por ciento de los 240.000 millones de dólares se destina a 12 países; 140 países reciben menos del 5 por ciento y Africa subsahariana sólo recibe el 1 por ciento.
Tenemos que tratar el tema de la relación entre el sector privado y el desarrollo. )Cómo podemos atraer las inversiones del sector privado? y )en qué condiciones? Por ello, el Banco ha tratado y está tratando de crear una especie de asociación, que ustedes ya tienen desde hace tiempo en su estructura, es decir, unir juntos a los gobiernos, al sector privado y también a la mano de obra.
Esto me lleva al tercer interlocutor, a saber, la sociedad civil. El mundo en el que vivimos ha cambiado. La mayoría del mundo no vivía en un sistema de mercado. Hace 15 años, 1.000 millones de personas vivían en una economía de mercado, hoy día son 5.000 millones de personas. Hace 15 años, una persona de cada cuatro vivía en un país más o menos democrático; hoy día, dos terceras partes de la población mundial viven en un sistema más o menos democrático. Gracias al sistema de mercado y a los acontecimientos que se han producido, nos encontramos, actualmente, ante una sociedad civil floreciente. En esta sociedad civil orgullosa y de gran y arraigada importancia, el movimiento sindical, la mano de obra organizada y las organizaciones no gubernamentales se han multiplicado mucho.
Esta es la relación que el Banco debe establecer y que ya existe en la OIT, es decir, un nexo que debe establecer el Banco, no solamente con los empleadores o el sector privado como lo llamamos nosotros sino también con la sociedad civil, incluida la mano de obra. Estamos pues en una situación en la que tenemos que hacer frente a los mismos problemas mundiales. Tenemos además los mismos interlocutores que ustedes.
Existe un cuarto interlocutor, a saber, la asociación, por supuesto, con los gobiernos ya que tenemos conciencia del hecho de que nuestros proyectos e ideas sólo son pertinentes dentro del contexto de las políticas gubernamentales. Nuestros clientes son los gobiernos y actuamos por conducto de ellos. No somos una entidad independiente. Los proyectos del Banco Mundial no es el Banco Mundial quien los proyecta, son proyectos de Guinea Ecuatorial, de Gambia, de Ghana, de Georgia, de Brasil, etc. Son sus proyectos, no los nuestros, y, por lo tanto, tenemos la tarea adicional de trabajar con los gobiernos para tratar de elaborar planes de desarrollo y ayudarles a adquirir la capacidad y la experiencia necesarias para que puedan abordar los problemas con que se enfrentan. Así pues, somos parte de una nueva asociación.
El motivo por el cual he venido aquí, señora Presidenta, es para demostrarles la importancia que concedemos a la relación con la OIT y, a través de ella, con sus mandantes, es decir, los gobiernos, los empleadores y el movimiento sindical. Y esto no lo digo simplemente porque estoy aquí, sino porque es la realidad. Es la realidad a la que nos enfrentarnos en un mundo de 4.700 millones de pobres, que dentro de otros 30 años serán 8.000 millones de personas. También es una realidad económica. Este es un mundo que representa el 17 por ciento de la producción mundial bruta. Dentro de 30 años será el 30 por ciento.
El mundo en desarrollo, al que ayudamos, es el que está creciendo más rápidamente: 6 por ciento por año, multiplicando por dos la tasa de la OCDE. Se trata de un mundo que en términos meramente económicos, debemos considerar como un mundo. De hecho, es ridículo decir que existen dos mundos, sólo hay uno. Sin embargo, se habla del mundo desarrollado y del mundo en desarrollo, pero están íntimamente vinculados entre sí en términos de economía, medio ambiente, salud, migraciones, criminalidad, estupefacientes, alimentación y guerra. No se puede abandonar a este mundo. Lo que tratamos de hacer en el Banco, al igual que ustedes, es que se reconozca que los derechos de los hombres y de las mujeres son los mismos en todo el mundo y que la equidad y la justicia social son temas con los que nos enfrentamos en todas partes.
En el Banco trabajamos en varios campos, en los que ustedes aquí en la OIT también trabajan, pero vemos las cosas desde otro punto de vista. Nuestro punto de partida es la economía y el desarrollo, ése es nuestro mandato. Cuando se trata de normas laborales, no podemos tomar decisiones como institución sin la aprobación y el apoyo de los gobiernos. Aquellos que representan a sus gobiernos en esta reunión, tendrían aspecto diferente en mi Consejo de Administración. Mi Consejo de Administración no congrega a tanta gente pero se reúne dos veces por semana y en él están representados 180 países. Tengo asimismo 24 directores residentes.
Los empleadores saben que no es fácil administrar todo esto. Los representantes de gobiernos sabrán que así son las cosas. No soy más que un simple empleado de un Consejo de Administración y mi política es su política. Lo que sí puedo hacer es tratar de influir un poco aquí un poco allá, lógicamente todos reaccionamos como personas que somos.
Hemos comprobado fehacientemente en estos últimos años que si no se tiene una política social sana no se puede tener una política económica sana. Esto es claro como el agua. Si no se tiene una base popular sólida, si no existe una preocupación por los derechos de las personas y si no existe una preocupación por la responsabilidad social y la justicia social no se puede lograr la paz como tampoco inversiones seguras. Esta conclusión muy simple es la que nos orienta y orienta la labor del Banco. Por ello nos unimos y compartimos en gran medida muchos de los temas que ustedes tratan a diario en esta Organización.
Anoche, pensando en esta reunión, tomé algunas notas acerca de las actividades en las que estamos participando. No es una lista exhaustiva, pero he anotado: el papel del Estado, cómo tratamos temas como por ejemplo la creación de capacidades. Me complace decir que en el último año, bajo el liderazgo de los gobernadores de Africa, hemos propuesto un plan de fortalecimiento de capacidades, que tenemos el agrado de apoyar. No es nuestro plan, es un plan africano, como debería de ser. Y es ciertamente un documento sobresaliente.
Pensaba también en nuestro trabajo en el campo de la salud el cual no trata simplemente de las necesidades en materia de salud por importantes que sean, como la seguridad social en el lugar de trabajo, sino de cuestiones fundamentales como, por ejemplo, el hecho de que todos los años 800.000 personas mueran de paludismo, 2 millones de personas de tuberculosis, o que cada minuto muera una mujer por causas relacionadas con el embarazo, en el intento por deshacernos de la oncocercosis o ceguera de los ríos, que estamos eliminado de manera conjunta en Africa, en la enfermedad del gusano de Guinea, en una serie de cuestiones sanitarias esenciales, antes de ni siquiera pensar en la cuestión de la igualdad y la distribución de los servicios de atención sanitaria en los países donde participamos más intensamente. Cuestiones relacionadas con la salud de la familia, con la forma de llevar la asistencia de salud sobre el terreno para que la gente, en los países pobres, tenga derecho a una vida sana y para intentar salvar a 500 millones de personas de un retraso mental por problemas alimentarios.
Luego está la cuestión de la educación, que es absolutamente fundamental para el desarrollo C algo que ha comprendido bien su Organización. Tenemos 130 millones de niños que no van a la escuela, el 70 por ciento de los cuales son niñas; y que cuando pueden ir no permanecen mucho tiempo. Tenemos cuestiones diferentes por todo el mundo y estamos intentando crear programas y currícula que puedan, ciertamente, redundar en beneficio de los niños que asisten a la escuela y convenzan a sus padres de que es en la escuela donde tienen que estar, esto es, si tienen padres, porque tenemos que hacer frente a decenas de millones de niños en las calles que no tienen familiar.
Voy a referirme ahora al sistema de instrucción secundaria y al sistema de formación y readaptación profesional para los desempleados. Estos son los ámbitos objeto de nuestra atención; estamos invirtiendo anualmente 2.500 millones de dólares en todo el mundo únicamente en educación.
También hay que tener en cuenta los sistemas de justicia, y tratar de asegurar que el desarrollo se produzca dentro del marco de la cultura de los países en los que trabajamos. No somos un banco que quiere tratar de imponer sistemas centralizados de cultura o de desarrollo. Tenemos que respetar las culturas de los países. Debemos apoyar y alimentar las culturas, y tenemos que aprender de las culturas. De ninguna manera podemos enseñar valores familiares a los habitantes de una aldea africana, ni tratar de imponer una cultura a unos países del Lejano Oriente que existen desde hace miles de años, ni debemos intentarlo siquiera. Debemos actuar dentro del contexto de la cultura y la historia de los países donde trabajamos. Debemos ser lo suficientemente sensibles como para construir dentro del marco de algo que ya existe.
Tenemos que tratar con sistemas financieros vulnerables en todo el mundo en desarrollo, sistemas sin los cuales no es posible funcionar, ni plasmar el desarrollo, ni tampoco contar con inversiones ni con seguridad en el empleo, porque si los sistemas financieros se desmoronan no habrá serie alguna de condiciones que permita garantizar la continuidad del empleo y preservar determinados derechos básicos.
El Banco Mundial se interesa por cuestiones tales como la privatización, la lucha contra la corrupción y la protección del medio ambiente puesto que compartimos el mundo por el que estamos trabajando. Se interesa también por el desarrollo de la infraestructura, la deuda externa y los problemas relativos a la misma que afectan a muchos de los países aquí representados. También se preocupa por la situación de los países y regiones que experimentan, o han experimentado, situaciones de conflicto armado como Gaza, Bosnia, la zona de los Grandes Lagos en Africa, etc. Se interesa asimismo por los problemas relacionados con el agua, los derechos de la mujer y la situación de los niños.
He enumerado todas estas cuestiones para que comprendan que el Banco Mundial interviene también en muchos de los ámbitos en los que actúa la OIT, pero en el caso del Banco esto no constituye su cometido central sino un aspecto colateral de su acción. Sin embargo, si nosotros fracasamos en nuestros esfuerzos, ustedes también. Si no creamos en cada país las condiciones necesarias para que pueda haber trabajo, y para que los empleadores puedan generar empleo, todo debate será inútil. Es indispensable, pues, que aunemos nuestros esfuerzos para abordar conjuntamente los enormes problemas del desarrollo.
Este es el tipo de institución que somos. Una institución preocupada por el ser humano, que procura conseguir una mejor vida para las personas del mundo entero, que se interesa en proteger los derechos humanos fundamentales, y lo que es más importante, una institución que espera conseguir paz y seguridad para nuestros niños.
No somos, como muchos piensan aquí, una institución financiera a la que simplemente le preocupan los reajustes estructurales y el reembolso de los préstamos. No me despierto por las mañanas para ordenar a mis colegas que busquen la manera de hacer que el mundo esté menos bien. No procuramos desarrollar programas que tengan efectos adversos para ningún segmento de la sociedad. Nuestros objetivos son los mismos que los suyos: conseguir que la gente viva mejor.
También quiero que sepan que no somos dogmáticos. Si algo he aprendido en estos dos años es que todos nos enfrentamos a un problema muy difícil y complejo. No creo, con todo respeto, que ninguno de ustedes tenga la respuesta al desarrollo. Como tampoco la tengo yo. Se trata de un proceso que debemos secundar, un proceso de cambios en el que debemos colaborar todos.
Nosotros en Washington no hemos llegado a un consenso de base, y no tratamos de influir en la política interna de los países en que trabajamos. Digo que no lo hacemos porque no se nos permite hacerlo, aunque quisiéramos. Nuestro Consejo no lo permitiría aunque tampoco sería justo. Lo que se espera de nosotros es que ofrezcamos nuestros conocimientos a los países y que trabajemos con ellos apoyando los programas de desarrollo que éstos procuran poner en marcha.
Juntos tenemos que hacer frente al futuro de un mundo que es cada vez más grande, donde aumenta la pobreza y se deteriora el medio ambiente, y debemos hacerlo juntos.
Creo que muchos elementos de su acción se complementan y se confunden con los nuestros. Respetamos la experiencia de la OIT y nos basamos en ella en nuestro quehacer y hemos colaborado con ustedes. Con toda franqueza, debo decirles que en el pasado no creo que nuestras relaciones fuesen lo suficientemente sólidas ni estables como para hacer frente a los desafíos que se nos plantean.
Me enorgullece el hecho de que durante el año pasado hallamos dado un paso adelante, y espero ciertamente que nuestras relaciones se fortalezcan y profundicen. Tenemos que establecer prioridades, fijar metas realistas, y elaborar un marco que nos permita evaluar nuestra eficacia. No debemos quedarnos en el plano teórico, ni limitarnos a expresiones de buena voluntad, debemos plantearnos objetivos y evaluar nuestro quehacer para centrarnos en proyectos donde podamos trabajar juntos e informar luego acerca de nuestras experiencias. No cabe duda que en algunos casos aprenderemos mucho y en otros menos. Tenemos que estar abiertos a ambas posibilidades porque habremos de tener la valentía de continuar experimentando y abordando temas que ninguno de nosotros ha abordado antes.
Estos dos años de labor me han llevado a sentir profundamente lo que es la humanidad. Lo que he aprendido en mis visitas a 55 países es que los pueblos no son muy distintos. Pueden diferir en cuanto a sus circunstancias económicas y su historia pero, fundamentalmente, valoran un conjunto de principios humanos que giran en torno a la familia; no quieren caridad, lo que quieren son oportunidades, equidad y justicia. Ya se trate de una aldea o de algún barrio pobre, lo que quieren los padres es que sus hijos tengan una vida mejor. Cuando se habla con ellos no piden dádivas, lo que piden es una oportunidad, y cuando ven que los que gobiernan o que los empresarios del sector privado se benefician a sus expensas, se enfurecen.
Las personas pueden soportar la pobreza si tienen alguna esperanza. Lo que no pueden soportar es la pobreza con iniquidad cuando ven que otros se enriquecen y ellos no progresan. Cosas como ésas son las que he observado y constituyen valores compartidos, no en calidad de distinguido economista ni de antropólogo, que no lo soy, sino simplemente como una persona que ha viajado y que ha visto. Todos ustedes comprenden esto y todos pueden hacerse eco de esta situación.
Nuestra tarea en el Banco, y la suya en la OIT, consiste en asegurarnos de que estas personas tienen una oportunidad, la oportunidad de ser libres, de desarrollarse económicamente, de que se les haga justicia y se les ofrezca la oportunidad de sentir que el medio ambiente en el que están inmersos es justo.
En este sentido, las metas de la OIT son las mismas que las del Banco. Nuestra manera de trabajar es distinta, pero nuestra complementariedad es evidente. Sra. Presidenta, espero poder trabajar con usted, con los miembros de su personal y con todos los delegados en los meses y años venideros.